Noticias de ayer
Las copistas del Prado
«Cuando las salas están desiertas, las copistas trabajan libremente y aprovechan bien el tiempo… Pero luego llegarán los visitantes, que se acercan al caballete para examinar la copia y comentar la labor, poniendo a prueba los nervios de la gentil muchacha que aquí vemos».
Crónica.
7 de junio de 1931.
Hoy os traigo una interesantísima transcripción del artículo «Copistas en el Prado» de la revista «Estampa» del 31 de marzo de 1934.
Entre los copistas del Museo del Prado abundaban las mujeres, que se entregaban a dicha labor por muy distintas razones, y en esta entrevista se recogen los testimonios de algunas de ellas.
¡Espero que lo disfrutéis mucho! Y ya veréis que fotos tan bonitas.
31 de marzo de 1934
Por Emilio Fornet. Fotografías de Marina.

La señora Josefina Piñal, rostro inteligente y joven, que elegantiza una cabellera cincelada de plata, copia el cuadro de Murillo «Rebeca y Eliezer». Nos acercamos, y su amabilidad nos proporciona los datos deseados.
—Soy la señora de un pintor conocido, Natalio Hualde, que es uno de los más antiguos copistas del Museo, y profesor de algunas señoritas que copian lienzos clásicos. Mi marido ha sido mi profesor. El está ahora en la sala de Velázquez copiando la «Infanta Margarita», esa obra preciosa de rosas y plata; la copia por segunda vez, por encargo. […] Nos encargan copias muchos españoles; pero, por lo general, gentes extranjeras. Dan por una copia pequeña, como ésta que estoy ahora trabajando, trescientas o cuatrocientas pesetas. Yo hago una de mis copias en un mes; a veces, en menos tiempo. […] Yo pinto en el Museo hace bastantes años. Ha habido lienzo que lo he repetido más de once veces. «La Virgen del Rosario», de Murillo, por ejemplo. Las copias más solicitadas son las de «Las Concepciones», de Murillo. Es muy difícil copiar a Murillo, con sus dulces colores, con su estilo de veladuras y armonías suaves… Es uno de los maestros más difíciles…



La señorita Angelines Sáez Chorot hace una copia de Murillo: «San Juan», —Pinto por afición — nos dice —; después, estas copias las regalo a mis amistades o me las quedo para mi hogar. Llevo dos años de copista del Prado. He copiado de Ribera, de Tiziano, y «La Gioconda», de Leonardo. Soy alumna del pintor don Abelardo Cobáru, de Extremadura, de donde soy yo.
Carmen Palomeque, una señorita de grandes disposiciones para la pintura, está haciendo la copia de un «Anormal» de Velázquez. Es alumna del señor Hualde, que cerca de ella hace la copia de la «Infanta Margarita».
—¿Hace tiempo que se dedica usted a la pintura?
—Muy poco; esta es mi tercer copia.
—Al principio—nos dice la señora Josefina Piñal—tenía un poco de miedo.
—El público que se para a mirar las copias atemoriza un poco, ¿no es cierto, Carmen?… Y luego, que impone el ponerse a copiar a Velázquez.
—Pues no; no tuve miedo en absoluto… Primero copié la «Síbila», de Ribera.

Distinguida, cultísima, llena de simpatía, la señora de Vigné nos dice de su afición por la pintura, que ella cree que debió comenzar más pronto. Sin embargo, es muy joven. Española, casada con un parisiense, conoce todos loa museos de Francia, y ha asistido en París a la Escuela de Arte Decorativo.
—Hace solamente tres años que pinto; en realidad no he tenido profesor de dibujo ni de pintura; lo hago por intuición… Lo primero que pinté fue un retrato del natural; y pásmense ustedes: tenía parecido… ¡Yo no había cogido un lápiz en toda mi vida!…
Ahora, la señora de Vigné está haciendo una copia maravillosa de un cuadro magnífico: «Los tres músicos ambulantes», de Jordaens.

«Entre los copistas del Museo del Prado abundan las mujeres… De estas pintoras a quienes vemos trabajar con afán, para lograr una copia de Goya o de Velázquez, pocas son copistas profesionales, y la mayoría son alumnas de Bellas Artes que estudian la técnica de los maestros, o artistas extranjeras que aprovechan su visita al Prado para llevarse la copia del cuadro preferido.»
Crónica. 7 de junio de 1931.
Artículo de Salvador Valverde.